No se trata del famoso pirata británico que luchaba contra los galeones españoles en el mar del Caribe. A Morgan ya todos la conocen. En esta última semana, el impacto mediático que ha tenido la llegada de la nueva orca a Loro Parque ha acaparado las informaciones de muchos medios de comunicación nacionales e internacionales.
Las similitudes que puede tener con el temido Henry Morgan son: el mar y el tesoro. El mar por ser su ecosistema, y el tesoro, porque se trata de una joya marina que permanece actualmente en una de las mejores instalaciones en conservación e investigación de cetáceos.
El camino no ha sido fácil. Morgan deja tras de sí una auténtica odisea europea que parte del mar de Waden con destino a Tenerife. La historia de Morgan se empezó a escribir en mayo de 2010 cuando la confundieron con un delfín.
Tras ser rescatada inmóvil y deshidratada por los guardacostas, los responsables del delfinario de Harderwijk se hicieron cargo del animal, activando el dispositivo de emergencia pertinente en estos casos.
Tras ser rehidratada y alimentada, el principal objetivo era encontrar a su grupo familiar para reintegrarla y derivarla nuevamente al mar. Ante la imposibilidad de encontrar a su grupo, una comisión de científicos estimó que su reintegración al mar abierto podría ocasionar la muerte del cetáceo.
En noviembre del año 2010, el delfinario traslada el caso de Morgan al Ministerio de Economía, Agricultura e Innovación holandés. Tras evaluar la situación, solo quedaban dos opciones: la eutanasia o dejarlo en cautividad pero con animales de su especie. Sería el gobierno flamenco el que encargaría a Harderwijk buscar un destino para Morgan: el Loro Parque.
El ejecutivo holandés comenzó el proceso para trasladar al animal, tras tener el visto bueno de CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies amenazadas de Fauna y Flora Silvestres). Fue entonces cuando se organiza la Orca Coalition, que recurre la primera decisión del ministerio holandés, expresando que ese permiso no era correcto. Un juez avaló que el procedimiento estaba incompleto, y se procedió a una nueva revisión de la documentación.
Tras la verificación de un nuevo grupo de expertos independientes, una juez escuchó a todas las partes y a principios de noviembre, el permiso era válido, y el animal podía trasladarse a Tenerife. El director de la Fundación Loro Parque, Javier Almunia, señaló en todo momento que “siempre estuvimos al margen; fueron ellos quienes nos solicitaron por el bien del animal”.
Del aeroplano a la piscina médica.
Un Airbus trasladó a Morgan desde el aeropuerto holandés de Schipol a Los Rodeos. Su viaje, a bordo de un contenedor especializado en mantener en perfecto estado el animal, fue aportado por Seaworld. Ahora, Morgan dispone de unas instalaciones que se adecuan a su peso y medidas, posibilitando su posterior aclimatización a las demás orcas de Loro Parque.
Tras dejar las pequeñas instalaciones del delfinario holandés, donde estaba de forma provisional, Morgan empieza a socializarse con su nueva familia.
Con una adaptación fuera de todo pronóstico, la nueva inquilina empezó hace dos días a nadar junto a dos de sus nuevas compañeras. En un periodo que cada vez se presupone más corto, Morgan entrará en contacto con el resto.
Con Seaworld.
La labor de Seaworld en el traslado de Morgan a Tenerife ha sido fundamental. Este parque temático, ubicado en Orlando (Florida) es el propietario de las orcas de Loro Parque, y su capacidad logística en el traslado de cetáceos es única. Los responsables de esta empresa norteamericana se encargaron de activar el dispositivo de traslado de Morgan aportando sus conocimientos y el container en el que iba el animal.
Como explicó el director de la Fundación Loro Parque, Javier Almunia, “son pioneros en este tipo de actuaciones; crearon un sistema especial para el viaje de cetáceos en avión, con nuevos sistemas despresurización de cabinas”. Almunia indicó también que en otras ocasiones, el transporte de orcas en distancias largas ha provocado que con el paso de los días los animales acaben muriendo.
“Muchas orcas no pueden soportar altitudes tan fuertes como las que se producen cuando se viaja en un avión, incluso despresurizando la cabina; Seaworld ha sido pionero en la creación de nuevas herramientas y tecnologías”.
Fuente: Diario de Avisos