La Laguna - Las Chapuzas del Tranvía

 

 

¿Es tan difícil que los responsables de las reparaciones dispongan de una provisión de material para una reparación decente?

 

Cuando se establecieron los criterios para el diseño y construcción de las estaciones del tranvía de Tenerife se decidió que los andenes de éstas tendrían una longitud de treinta metros, más cinco a cada lado para las rampas de acceso.

Según los casos se establecerían andenes centrales de cuatro o cinco metros de anchura o laterales de tres metros.

En todas las paradas a lo largo del trazado del tranvía se utilizó como pavimento el basalto, cuya forma variaba según su ubicación. En las paradas se pusieron losetas basálticas y en su entorno se crearon zonas peatonales que se identificaron mediante el uso de adoquines del mismo material.

¿A quien se le ocurre poner adoquines en zonas con desnivel?

Desde el principio se vio que la solución adoptada no era la más idónea, pues muy pronto comenzaron a surgir problemas con el adoquinado, los imbornales situados para encauzar las aguas pluviales se desprendían o directamente se caían ocasionando graves accidentes, los pasos de peatones originaban caídas dado su material no antideslizante, la calzada y el carril de circulación no son rectos y los estrechamientos practicados en ellos carecen de sentido común, originando el malestar de todos lo usuarios de la vía, por no decir los badenes que tienen los mismos, no entendiendo nadie su utilidad, si más tarde se insertan bandas sonoras para controlar la velocidad de los vehículos que circulan por el lugar.

En algunas zonas donde el tráfico de vehículos es muy grande, se puede ver, poco después de la inauguración de la línea Uno, el hundimiento del adoquinado donde se produce la rodadura no sólo de turismos sino de guaguas y camiones, y el desprendimiento de adoquines en algunos lugares, lo que crea zonas de baches muy profundos que resultan muy peligrosos para la circulación de vehículos y peatones.

Por último, se observan con frecuencia piedras sueltas de gran tamaño que pueden salir proyectadas con fuerza e infligir daños a bienes y personas.

Pero si el deterioro del adoquinado llama la atención por la falta de previsión con el que fue diseñado, más sorprenden las formas de repararlo que podemos presenciar y que no dudamos en calificar, en la mayoría de los casos, de auténticas chapuzas.

Es raro ver que se hayan sustituido los adoquines deteriorados por otros nuevos y lo normal es que, más de cuatro años después de la inauguración de la línea Uno, se acuda a soluciones que denotan improvisación y desidia. 

  • En algunos lugares se han rellenado los huecos mezclando, de manera caótica, los pocos adoquines que se pudieron rescatar con cemento y arena.
  • En otros, el obrero encargado de la reparación ha tenido una actitud más “artística” y ha tratado de imitar con cemento la estructura del adoquinado trazando cuidadosamente una serie de líneas en la mezcla fresca para que parezcan piedras talladas.
  • Finalmente no es raro ver cómo, en ocasiones, el bache se ha tapado echando alquitrán, dando lugar a una imagen antiestética por el contraste entre la piedra clara y el negro asfalto.

 

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Fuente: TejSofT